[DE: Alberto Luque]
He dicho antes
que Robespierre es un gran poeta, más aún que un gran revolucionario —o quizá
he dicho que es lo uno porque es también lo otro. Hay en la biografía de
Robespierre algo profundamente conmovedor, que puso de manifiesto sobre todo Hector Fleischmann en Robespierre et les femmes (1908). Me refiero a sus
tiernas relaciones con algunas damas en su juventud en Arras, en quienes
alababa la delicadeza, la ternura femenina, y con las que se prestaba a hablar
de cosas intrascendentes: «mi hermana me pide, en particular, que os testimonie
su reconocimiento por la bondad que habéis tenido de hacerle este regalo» (unos
canarios) etc., o «el perrito que habéis amaestrado para mi hermana es tan
bonito como el modelo que me habíais mostrado…», etc. Me imagino a un
Robespierre anciano, tras años de victoria, con el mundo pacificado —un final
feliz, lo que «pudo haber sido y no fue»…—, volviendo a Arras, a la tierna
sociedad de los «Rosati», a hablar de perritos, de pinzones, de árboles —como
en el poema de Brecht. (Un poco como los últimos años de Nietzsche.) Sólo un
corazón que desde niño albergó esas dulces inclinaciones de poeta pudo desafiar
al más terrible destino como lo hizo Robespierre.
De las novelas históricas que
recientemente han tratado con simpatía y rigor la figura de Robespierre, y
sobre todo que han procurado diafanizar su casi angelical honestidad, hay que
destacar, además de la de Ruth Scurr (Fatal purity: Robespierre and the
French Revolution) mencionada por Žižek, la magnífica de Hillary Mantel (A
place of greater safety, 1794 —publicada en español como La sombra de la
guillotina).
Las Œuvres complètes de
Robespierre, actualmente en 10 vol., no fueron publicadas, como se indica en la
bibliografía de la edición de Akal que os envié (p. 53), por Soboul y
Bouloiseau desde 1958 a 1967, sino que esta definitiva edición de P.U.F. tiene
también una dilatada historia anterior:
—los tt. i (Première
partie —Robespierre à Arras, 1782-1786) y ii
(Première partie —Robespierre à Arras: Les œuvres judiciaires, 1782-1786) fueron editados por Eugène
Déprez, y publicados en 1910 y 1913 en Ernest Leroux;
—el t. iii (Correspondance
de Maximilien et Augustin Robespierre), ed. Georges Michon, 1926, en Félix Alcan;
—el t. iv (Le Défenseur de la Constitution —1792), ed.
Gustave Laurent, 1939, en Félix Alcan;
—el v
(Les journaux —Lettres à ses commettans, 1792-1793, ed. Gustave Laurent, 1961, en Gap
(Imprimerie Louis-Jean);
—los tt. vi-viii (con los discursos, ordenados cronológicamente,
desde 1789 hasta septiembre de 1792), ed. Marc Bouloiseau, Georges Lefebvre y
Albert Soboul (1950, 1952 y 1953), en Presses Universitaires de France;
—el t. ix (Discours, 4 —Septembre 1792-27 juillet 1793), ed.
Marc Bouloiseau,
Georges Lefebvre, Jean Dautry y Albert Soboul, 1958, en P.U.F.
[Estos nueve primeros volúmenes
están disponibles en Internet Archive.]
Da que pensar esto: sólo durante
el siglo xx se logra realizar —y
no del todo— la edición de las obras completas de Robespierre, y ello en
campañas editoriales sucesivas que se dilatan desde 1910 hasta 1967. Las
ediciones de obras de Robespierre durante el siglo xix son escasas, y aun los estudios importantes dedicados a
este personaje (apenas medio centenar, y la mayoría hostiles y falaces; todos
ellos pueden encontrarse en la Red —en Internet Archive, por ejemplo).
En una nota de los editores del
t. x se explica el retraso de
los 9 años que sufrió su aparición, una vez elaborado: se requería «esperar a
que la venta de los volúmenes precedentes procurase a la Société des Études
Robespierristes los medios necesarios para cubrir estos nuevos costes de
impresión». Es decir que ni han contado durante todo este tiempo con ayuda
institucional ninguna, ni tampoco con el suficiente interés del público.
¿No hay que sospechar,
necesariamente, una permanente obstrucción, ya deliberada y manifiesta, ya
inconsciente o latente? Jamás la memoria de un hombre justo sufrió el pérfido
silenciamiento y la calumnia que han caído sobre Robespierre. Un daño que aún
costará reparar, por más que sus Œuvres se hallen hoy en el «dominio
público» —digitalizados por Microsoft, en Internet Archive.
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