11 de abril de 2012

Discurso de Mélenchon en Toulouse (05-04-12)


[DE: Alberto Luque]

He aquí el vínculo-e a la grabación del discurso de Jean-Luc Mélenchon el pasado jueves en Toulouse, donde se reunieron más de 60.000 personas, mitin “multiplaza”, como decían los organizadores, porque el público abarrotaba varias calles y plazas de la ciudad. (Por cierto, hubo amenaza de bomba, que la policía dijo haber recibido por teléfono a las 21.00 h., momento en que, acabado el mitin, la mayoría de los asistentes ya se había marchado.)
Mélenchon ha usado un hermoso y dulce lenguaje, ya casi olvidado, con el que antaño se expresaron los más justicieros deseos sociales. No le ha faltado hálito poético: “Mes amis, nous sommes au mois de Germinal…” Y dirigiéndose a Sarkozy, que presenta, como todos los demás lacayos del capital financiero, sus “cuentas” de austeridad para los pobres (¿cómo, si no, podrían los ricos seguir siendo cada vez más ricos?), Mélenchon le ha pedido cuentas a él por el vil deterioro a que esa economía egoísta somete a la mayoría de la población.  “Je vous demande des comptes pour avoir mis en cause ce que la grande et glorieuse Révolution de 1789 avait appelé comme le premier de tous les droits, le droit à l’existence.” Pero, como el mismo  Mélenchon ha expresado, no es “vivir” lo que se está asegurando a las masas depauperadas: apenas es “sobrevivir”…
Parece que, pasito a pasito —o golpe a golpe— se recupera la auténtica izquierda, la que se enfrenta radicalmente al liberalismo, la que, contra el dogma de la supeditación de todo al libre mercado, exige la supeditación de todo al “derecho a vivir”. Quizá podamos retornar, del “materialismo desolado” en que nos hemos postrado desde hace muchos años, al vigoroso “materialismo histórico” que nos permite comprenderlo todo con claridad y decirlo todo con franqueza. Es muy posible que Polanyi diera en el centro de la diana cuando planteó que hay tres cosas fundamentales que no pueden convertirse en mercancía: la tierra, el trabajo y el dinero mismo —lo que parecía un absurdo desde el punto de vista de la realidad de hecho del liberalismo. Lo que estaba diciendo no es que en efecto no se pueda mercantilizarlo todo, “disolver todo lo sólido en el aire”, como hace de hecho el capitalismo; lo que estaba diciendo es que no debemos permitir que eso ocurra, porque la mercantilización a ultranza del mundo equivale a la negación del “derecho a vivir”.


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