[DE: Alberto Luque]
He aquí el vínculo-e a la
grabación del discurso de Jean-Luc Mélenchon el pasado jueves en Toulouse,
donde se reunieron más de 60.000 personas, mitin “multiplaza”, como decían los
organizadores, porque el público abarrotaba varias calles y plazas de la ciudad.
(Por cierto, hubo amenaza de bomba, que la policía dijo haber recibido por
teléfono a las 21.00 h., momento en que, acabado el mitin, la mayoría de los
asistentes ya se había marchado.)
Mélenchon ha usado un
hermoso y dulce lenguaje, ya casi olvidado, con el que antaño se expresaron los
más justicieros deseos sociales. No le ha faltado hálito poético: “Mes amis,
nous sommes au mois de Germinal…” Y dirigiéndose a Sarkozy, que presenta, como
todos los demás lacayos del capital financiero, sus “cuentas” de austeridad
para los pobres (¿cómo, si no, podrían los ricos seguir siendo cada vez más
ricos?), Mélenchon le ha pedido cuentas a él por el vil deterioro a que esa
economía egoísta somete a la mayoría de la población. “Je vous demande des comptes pour avoir
mis en cause ce que la grande et glorieuse Révolution de 1789 avait appelé
comme le premier de tous les droits, le droit à l’existence.” Pero, como el mismo Mélenchon ha expresado,
no es “vivir” lo que se está asegurando a las masas depauperadas: apenas es
“sobrevivir”…
Parece que, pasito a
pasito —o golpe a golpe— se recupera la auténtica izquierda, la que se enfrenta
radicalmente al liberalismo, la que, contra el dogma de la supeditación de todo
al libre mercado, exige la supeditación de todo al “derecho a vivir”. Quizá
podamos retornar, del “materialismo desolado” en que nos hemos postrado desde
hace muchos años, al vigoroso “materialismo histórico” que nos permite
comprenderlo todo con claridad y decirlo todo con franqueza. Es muy posible que
Polanyi diera en el centro de la diana cuando planteó que hay tres cosas fundamentales
que no pueden convertirse en mercancía: la tierra, el trabajo
y el dinero mismo —lo que parecía un absurdo desde el punto de vista de la realidad
de hecho del liberalismo. Lo que estaba diciendo no es que en efecto
no se pueda mercantilizarlo todo, “disolver todo lo sólido en el aire”, como
hace de hecho el capitalismo; lo que estaba diciendo es que no debemos permitir
que eso ocurra, porque la mercantilización a ultranza del mundo equivale a la
negación del “derecho a vivir”.
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