[DE: Rufino
Fernández]
Alberto, no
puedo estar más de acuerdo contigo. Me sumo a tus reflexiones convertidas en
una proclama que llama a cambiar emociones por razón.
Creo que
cuando tocas el tema de las amistades es cuando se puede ver más directamente
el daño que produce caer en la trampa de los “nacionalismos”. Amistades basadas
en el amor que se puede profesar a alguien con quien has vivido, a lo largo de
los años, alegrías y tristezas; por lo tanto, alguien con quien “has vivido”.
Sí, hablo de esa o esas personas con las que estableces lazos de solidaridad y
fraternidad, que dan muchas veces sentido a la vida. Algo que parece enraizar
tan fuerte como una conífera. Pues bien, eso que llegas a creer tan firme,
puede ser socavado en el día a día, como lo haría un minero silencioso y tenaz,
discutiendo de vez en cuando sobre cualquier aspecto de los
“nacionalismos”. No te sorprenda comprobar que la conífera comienza a
cimbrearse con cada discusión y un tiempo después se derrumba estrepitosamente
cuando la creías firme y sana.
Por encima de
los sentimientos más humanos provenientes de esa memoria genética de la
conservación de la especie: la ayuda y la colaboración para la supervivencia,
se superponen las emociones falsamente creadas (El bucle melancólico de Juaristi las explica muy bien).
Me sumo a la
llamada de Alberto para no caer en las trampas del lenguaje y las emociones.
[…]
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