[DE: Alberto
Luque]
No puedo dejar
de reconocer con cuánta razón, surgida directamente de una bondad que conozco,
ha hablado José Ramón respecto al indeseable lenguaje agresivo que he usado, y
también respecto a la seguramente odiosa figura de Mao.
Bueno, la
verdad es que yo nunca he sido maoísta ni me había interesado mucho por la
figura de Mao, ni como teórico ni como político, hasta hace muy poco. No estoy
tan seguro de que fuese, como todo el mundo dice sin paliativos, y como José
María remarca, un asesino indistinguible de Hitler o de Mussolini. Aunque no
creo que fuese tan angelical como Robespierre, pienso que posiblemente la
leyenda negra que le hace parecer un sanguinario terrible sólo se deba a esa
especie de contrarrevolución que, tras la depuración de la famosa Banda de los
Cuatro, acabó con todas las expectativas de la revolución cultural (que en
opinión del propio Mao no era una atrocidad completa, sino algo así como un 70%
de cosas buenas y un 30% de cosas malas —lo que, en comparación con el 100% de
mierda pura en el antiguo régimen, o el porcentaje algo menor típico de los
países capitalistas, era, de ser cierto, un buen promedio de progreso). Lo más
sospechoso de esa historia negra es que coincidan las denuncias que el “mundo
libre” ha hecho de las atrocidades socialistas en China, justamente con las
acusaciones que los dirigentes que sucedieron a Mao hicieron contra sus
antiguos seguidores, y casi explícitamente contra el mismo Mao.
De todos los
grandes dirigentes comunistas del siglo xx,
sólo Stalin me parece el producto acabado de la vesania, la estupidez y la
deshumanización, de la corrupción y la traición a casi todos los principios no
sólo socialistas, sino simplemente racionales. Pero no me parece que éste fuese
también el caso de Mao. Tampoco es algo que me inquiete mucho. Mi ejemplo no
pretendía presentarlo como “modelo” ni de alta moral ni de socialismo
auténtico, sino de actitud valiente, genérica, frente a una intimidación; es
decir que sólo pretendía aquilatar las reflexiones de Žižek al respecto. El
hecho de que la figura de Mao pueda juzgarse desfavorablemente desde otros
muchos ángulos no es para mí un impedimento para tomarlo como modelo de otras
actitudes completamente lógicas.
De haber
tenido que escoger un modelo de persona buena, habría tomado al propio José
Ramón, si lo conocierais tan bien como yo. Pero insisto en que no se trataba de
eso. Aunque la comparación haga pensar en violencias terroríficas, yo sólo la
usaba como metáfora para referirme a la valentía que el 15-M demuestra en
términos de resistencia (que es lo que yo también me atrevo a llamar
violencia, o si queréis, contraviolencia). Lamento que mis ejemplos sugieran la
matanza. Lo que yo quería sugerir es algo que, con mayor fortuna, dijo un
médico en la manifestación del pasado sábado: “Hace un año que perdimos el
miedo, y ya no lo vamos a recuperar nunca.” Ahí está, que se quede perdido para
siempre.
El tipo de
valentía a que me refiero no es una valentía muscular, de combate físico, sino
una valentía intelectual, o si se quiere moral. Ni más ni menos que la de
economistas como Navarro y Cía, cuyo lenguaje es por lo demás de
tipo conciliador, reformista, moderado, etc. Yo simplemente advierto que contemplo
las cosas con la perspectiva olímpica desde la que la juzgan los imperialistas,
quienes no se engañan ante la forma moderada, pacífica y racional en que el
15-M o estos economistas discuten el sistema. Tarde o temprano
incrementarán las dosis de represión brutal para evitar todo poder alternativo,
todo orden social alternativo. Si llega el momento en que una fuerza social
progresista, como el 15-M por ejemplo, adquiera la hegemonía y tome el mando
político, será posible y deseable que esas reformas se hagan sin violencia
sanguinaria, porque los banqueros y adláteres que se opondrían carecerían de
fuerza suficiente.
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